Ser opositor y no morir en el intento
Tu vida como opositor comenzó el mismo día en el que decidiste que querías ser funcionario, da igual de qué y cómo. Ese mismo día empezaron todas las consecuencias, las buenas y las malas.
El primer paso es contárselo a los que te rodean. Esto puede parecer fácil, pero todo opositor sabe que no, es una ironía complicada de entender.
Empecemos por los padres. Hay dos tipos de padres. Unos, los que se vuelven locos de alegría. Aquellos que los tengan, ya saben a lo que nos referimos. Son esos que creen que la única meta de un buen profesional es ser funcionario. Creen que será el único sitio en el que te darán lo que te mereces por los estudios que tienes. Muchos padres se piensan que sólo sus hijos han estudiado una carrera, realizado un master o estudiado idiomas en el extranjero. La venda en los ojos de nuestros padres es grande y gruesa. Esta tipología de padres te apoyará constantemente, eso sí, presionándote para que si puedes hacer un grupo B, mejor que un C o D. Luego, están los padres desmotivadores. Son aquellos que creen que un hijo debe marcharse de casa como muy tarde a los 25, esos que miran a sus hijos e hijas con recelo si no tienen pareja fija o no piensan casarse pronto. De estos, en esta España nuestra, hay muchos. Por un lado, los entiendo, recuperar tu casa debe ser una sensación liberadora, pero claro, para un opositor son lo peor que le puede pasar. Son los que dicen “tanto estudiar para qué”, “lo que no tienes son ganas de trabajar y lo estás alargando”, “total, para acabar trabajando, da igual un sitio que otro”. Eso sí, estos también presumen cuando su hijo aprueba, eso es algo congénito en el ADN de un padre.
El decírselo a la pareja siempre es más fácil, puede que incluso la decisión se haya tomado en conjunto, una decisión de pareja. La verdad es que en la sociedad actual, y con un principio de “desaceleración económica”, tan de moda, merece la pena tener un opositor en la relación. Si se comparte vivienda, la decisión se complica un poquito, la economía a veces no da para lujos. En estos casos, el trabajar o dedicarte en exclusiva a estudiar, es una decisión que se toma a la fuerza, depende del tamaño de vuestro bolsillo, cuenta corriente o cerdito de la estantería.
Empezar a estudiar tampoco es muy complicado una vez decidido el cómo y el con quien. Además, la motivación es tal que nada te parece imposible. Dicen que para empezar a estudiar unas oposiciones no debe faltarte motivación ni convicción y la verdad, al que ha decidido voluntariamente ser opositor, nunca, nunca, le fallan estos principios básicos en los primeros meses.
Uno lee ilusionado el temario, empieza a subrayar, los conocimientos le parecen asequibles, vamos, que más o menos al primer mes, pocos piensan que es imposible. Si tú eres de los pocos que llevas tres días estudiando y lo crees, puede que te hayas equivocado de convocatoria, quizás tengas que reducir el nivel, bajar una escala suele funcionar, o tal vez, la escogida no sea lo tuyo, cambia de sector.
Pero a lo que íbamos, en el primer mes, estás que te comes el mundo. Una plaza es tuya. Estás radiante. Madrugas, estudias con pocos descansos, pero eres feliz, muy feliz, crees que por fin haces lo que querías. Has encontrado una meta y nada va a detenerte hasta conseguirla.
Ay! Amigos, pero la mayoría sabemos que esta fase pasa. La felicidad histérica pasa a una felicidad tranquila, luego a una cierta melancolía, que en muchos casos, llega a tristeza. Cuantos lo decimos, ¡que dura es la vida del opositor!
A los meses, cuando el ritmo de estudio se mantiene, llega un poco la desesperación. Los avances son lentos y, aunque sabemos que la paciencia es la madre de las ciencias, nos abandonamos y comenzamos a pensar que no lo vamos a conseguir. ¿Cuántos habéis sentido esto? Me imagino que muchos, y el que no, pues es un afortunado, sigue así. La mayoría de los que opositan trabajando, suelen pasar esta etapa de forma más ligera que los opositores en exclusiva. Siguen teniendo contactos con el mundo y esto les hace seguir apreciando las maravillas de ser funcionario.
En esta fase empiezas a sentirte un poco solo, mientras los demás quedan y se divierten, tú sueles estar encerrado en un cuarto, como mucho de 10 m2, rodeado de papeles, libros, bolígrafos, vamos, compañía no muy animada. Luego, flojeas. Un día descansas más de lo debido, una tarde te vas a tomar unas cervezas, y, ¡OH! ¡No! ¡No es sábado! Pero lo peor, lo haces y no disfrutas. Empiezas a pensar, ¡Dios mío, debería estar estudiando! Te conviertes en un perro del hortelano, ni comes, ni dejas.
Además, te comienzan las reacciones físicas y psíquicas a una oposición: primero, pequeñas crisis de ansiedad, le das vuelta a todo lo que tienes que estudiar, cuanto tiempo falta para las oposiciones, lo incierto que es tu futuro…; segundo, suelen aparecer nervios que en determinadas dosis, incluso llegan a provocar insomnio; y, lo que más afecta a nuestra moral, nuestro cuerpo se resiente por fuera, se tiende a engordar o a adelgazar. Pueden darse ambas cosas, por muy raro que parezca, lo extraño de verdad es que un opositor se mantenga en el mismo peso de cuando empezó. Los que adelgazan es por una razón muy simple, se los han comido los nervios, y los que engordan, pues también es simple, su posición habitual es la sentada, el deporte (excepto los que preparan pruebas físicas en su oposición) ha desaparecido de sus vidas.
Esta fase es mala, pero hay que pasarla, os lo garantizo. Forma parte de todo ritual del buen opositor.
El secreto para dar por superado este tramo obligatorio en la preparación de unas oposiciones es sencillo, y volvemos al principio, LA MOTIVACIÓN. Lo pongo con mayúsculas porque sólo la motivación con mayúsculas va a ser la que nos devuelva al buen camino. La que nos llevará a buen puerto, la única capaz de conseguirlo.
Te dirán que la única forma de no desesperar es tener unas buenas técnicas de estudio, un buen preparador, hábito de trabajo, responsabilidad y persistencia, y la verdad, todas estas cosas ayudan, pero la única realmente eficaz es la motivación.
Una vez dicho esto, nos contestarás, claro, “¡que fácil!, pero ¿cómo consigo que no vuele por la ventana?”. Aquí van nuestros consejos para no desquiciarse en el intento de preparar unas oposiciones.
La motivación a la hora de convertirse en funcionario creo que es sencilla de encontrar. Sólo hay que refrescarse la memoria, encontrar las razones por las que nos decidimos la primera vez. Si la memoria nos falla, recurrimos al viejo truco de la lista.
Siéntate en el sofá, tranquilo, con un refresco o una cervecilla, una libreta y un bolígrafo. Haz una lista con dos columnas, una en la que señales todas aquellas buenas cosas que tiene el opositar y en la otra todo lo malo.
Generalmente, con esta vieja técnica, las cosas que nos dieron la gran motivación durante los primeros meses, vuelvan. Hay en casos en lo que la lista de lo malo supera a la de lo bueno, en estos casos hay que ser más radical. La rutina del estudio nos ha vencido.
¿Cómo superarlo?, volviendo al mundo real. Encerrados en nuestro cuarto es difícil ver la luz. Hay que buscar un trabajo. En algunos casos sólo con buscarlo servirá, en otros tal vez haya incluso que emplearse de nuevo para que la motivación reaparezca una mañana al mirarnos al espejo.
Mirar ofertas de trabajo es algo desquiciante, lo que ayuda bastante a nuestra técnica de automotivación. Jornada partida, a 10km de nuestra casa y 900 euros de media. ¿Qué os parece? ¿No empezáis a sentiros afortunados por elegir otro camino? Bueno, si no lo sientes, lo que os decimos, coge uno de esos maravillosos empleos. Madruga, aguanta el atasco, a tu jefe, la incertidumbre de si te echarán al acabar el contrato de obra y servicio, el no llegar a fin de mes, … y luego nos cuentas.
Lo normal, vuelves a amar al funcionariado, es tu futuro y no vas a dejar que la rutina te venza. De nuevos eres un opositor convencido. Ahora sólo tienes que intentar que esto no vuelva a ocurrir. Planea los horarios de estudio, pero planea también los ratos de ocio, y ¡no los mezcles! Cuando estudies, estudia, y cuando estés en un momento de relax, ni se te ocurra pensar en las oposiciones, eres tú y el mundo, nada más.
El primer paso es contárselo a los que te rodean. Esto puede parecer fácil, pero todo opositor sabe que no, es una ironía complicada de entender.
Empecemos por los padres. Hay dos tipos de padres. Unos, los que se vuelven locos de alegría. Aquellos que los tengan, ya saben a lo que nos referimos. Son esos que creen que la única meta de un buen profesional es ser funcionario. Creen que será el único sitio en el que te darán lo que te mereces por los estudios que tienes. Muchos padres se piensan que sólo sus hijos han estudiado una carrera, realizado un master o estudiado idiomas en el extranjero. La venda en los ojos de nuestros padres es grande y gruesa. Esta tipología de padres te apoyará constantemente, eso sí, presionándote para que si puedes hacer un grupo B, mejor que un C o D. Luego, están los padres desmotivadores. Son aquellos que creen que un hijo debe marcharse de casa como muy tarde a los 25, esos que miran a sus hijos e hijas con recelo si no tienen pareja fija o no piensan casarse pronto. De estos, en esta España nuestra, hay muchos. Por un lado, los entiendo, recuperar tu casa debe ser una sensación liberadora, pero claro, para un opositor son lo peor que le puede pasar. Son los que dicen “tanto estudiar para qué”, “lo que no tienes son ganas de trabajar y lo estás alargando”, “total, para acabar trabajando, da igual un sitio que otro”. Eso sí, estos también presumen cuando su hijo aprueba, eso es algo congénito en el ADN de un padre.
El decírselo a la pareja siempre es más fácil, puede que incluso la decisión se haya tomado en conjunto, una decisión de pareja. La verdad es que en la sociedad actual, y con un principio de “desaceleración económica”, tan de moda, merece la pena tener un opositor en la relación. Si se comparte vivienda, la decisión se complica un poquito, la economía a veces no da para lujos. En estos casos, el trabajar o dedicarte en exclusiva a estudiar, es una decisión que se toma a la fuerza, depende del tamaño de vuestro bolsillo, cuenta corriente o cerdito de la estantería.
Empezar a estudiar tampoco es muy complicado una vez decidido el cómo y el con quien. Además, la motivación es tal que nada te parece imposible. Dicen que para empezar a estudiar unas oposiciones no debe faltarte motivación ni convicción y la verdad, al que ha decidido voluntariamente ser opositor, nunca, nunca, le fallan estos principios básicos en los primeros meses.
Uno lee ilusionado el temario, empieza a subrayar, los conocimientos le parecen asequibles, vamos, que más o menos al primer mes, pocos piensan que es imposible. Si tú eres de los pocos que llevas tres días estudiando y lo crees, puede que te hayas equivocado de convocatoria, quizás tengas que reducir el nivel, bajar una escala suele funcionar, o tal vez, la escogida no sea lo tuyo, cambia de sector.
Pero a lo que íbamos, en el primer mes, estás que te comes el mundo. Una plaza es tuya. Estás radiante. Madrugas, estudias con pocos descansos, pero eres feliz, muy feliz, crees que por fin haces lo que querías. Has encontrado una meta y nada va a detenerte hasta conseguirla.
Ay! Amigos, pero la mayoría sabemos que esta fase pasa. La felicidad histérica pasa a una felicidad tranquila, luego a una cierta melancolía, que en muchos casos, llega a tristeza. Cuantos lo decimos, ¡que dura es la vida del opositor!
A los meses, cuando el ritmo de estudio se mantiene, llega un poco la desesperación. Los avances son lentos y, aunque sabemos que la paciencia es la madre de las ciencias, nos abandonamos y comenzamos a pensar que no lo vamos a conseguir. ¿Cuántos habéis sentido esto? Me imagino que muchos, y el que no, pues es un afortunado, sigue así. La mayoría de los que opositan trabajando, suelen pasar esta etapa de forma más ligera que los opositores en exclusiva. Siguen teniendo contactos con el mundo y esto les hace seguir apreciando las maravillas de ser funcionario.
En esta fase empiezas a sentirte un poco solo, mientras los demás quedan y se divierten, tú sueles estar encerrado en un cuarto, como mucho de 10 m2, rodeado de papeles, libros, bolígrafos, vamos, compañía no muy animada. Luego, flojeas. Un día descansas más de lo debido, una tarde te vas a tomar unas cervezas, y, ¡OH! ¡No! ¡No es sábado! Pero lo peor, lo haces y no disfrutas. Empiezas a pensar, ¡Dios mío, debería estar estudiando! Te conviertes en un perro del hortelano, ni comes, ni dejas.
Además, te comienzan las reacciones físicas y psíquicas a una oposición: primero, pequeñas crisis de ansiedad, le das vuelta a todo lo que tienes que estudiar, cuanto tiempo falta para las oposiciones, lo incierto que es tu futuro…; segundo, suelen aparecer nervios que en determinadas dosis, incluso llegan a provocar insomnio; y, lo que más afecta a nuestra moral, nuestro cuerpo se resiente por fuera, se tiende a engordar o a adelgazar. Pueden darse ambas cosas, por muy raro que parezca, lo extraño de verdad es que un opositor se mantenga en el mismo peso de cuando empezó. Los que adelgazan es por una razón muy simple, se los han comido los nervios, y los que engordan, pues también es simple, su posición habitual es la sentada, el deporte (excepto los que preparan pruebas físicas en su oposición) ha desaparecido de sus vidas.
Esta fase es mala, pero hay que pasarla, os lo garantizo. Forma parte de todo ritual del buen opositor.
El secreto para dar por superado este tramo obligatorio en la preparación de unas oposiciones es sencillo, y volvemos al principio, LA MOTIVACIÓN. Lo pongo con mayúsculas porque sólo la motivación con mayúsculas va a ser la que nos devuelva al buen camino. La que nos llevará a buen puerto, la única capaz de conseguirlo.
Te dirán que la única forma de no desesperar es tener unas buenas técnicas de estudio, un buen preparador, hábito de trabajo, responsabilidad y persistencia, y la verdad, todas estas cosas ayudan, pero la única realmente eficaz es la motivación.
Una vez dicho esto, nos contestarás, claro, “¡que fácil!, pero ¿cómo consigo que no vuele por la ventana?”. Aquí van nuestros consejos para no desquiciarse en el intento de preparar unas oposiciones.
La motivación a la hora de convertirse en funcionario creo que es sencilla de encontrar. Sólo hay que refrescarse la memoria, encontrar las razones por las que nos decidimos la primera vez. Si la memoria nos falla, recurrimos al viejo truco de la lista.
Siéntate en el sofá, tranquilo, con un refresco o una cervecilla, una libreta y un bolígrafo. Haz una lista con dos columnas, una en la que señales todas aquellas buenas cosas que tiene el opositar y en la otra todo lo malo.
Generalmente, con esta vieja técnica, las cosas que nos dieron la gran motivación durante los primeros meses, vuelvan. Hay en casos en lo que la lista de lo malo supera a la de lo bueno, en estos casos hay que ser más radical. La rutina del estudio nos ha vencido.
¿Cómo superarlo?, volviendo al mundo real. Encerrados en nuestro cuarto es difícil ver la luz. Hay que buscar un trabajo. En algunos casos sólo con buscarlo servirá, en otros tal vez haya incluso que emplearse de nuevo para que la motivación reaparezca una mañana al mirarnos al espejo.
Mirar ofertas de trabajo es algo desquiciante, lo que ayuda bastante a nuestra técnica de automotivación. Jornada partida, a 10km de nuestra casa y 900 euros de media. ¿Qué os parece? ¿No empezáis a sentiros afortunados por elegir otro camino? Bueno, si no lo sientes, lo que os decimos, coge uno de esos maravillosos empleos. Madruga, aguanta el atasco, a tu jefe, la incertidumbre de si te echarán al acabar el contrato de obra y servicio, el no llegar a fin de mes, … y luego nos cuentas.
Lo normal, vuelves a amar al funcionariado, es tu futuro y no vas a dejar que la rutina te venza. De nuevos eres un opositor convencido. Ahora sólo tienes que intentar que esto no vuelva a ocurrir. Planea los horarios de estudio, pero planea también los ratos de ocio, y ¡no los mezcles! Cuando estudies, estudia, y cuando estés en un momento de relax, ni se te ocurra pensar en las oposiciones, eres tú y el mundo, nada más.
Para controlar las alteraciones de nuestro cuerpo, hay que caminar, controlar el pica-pica mientras estudiamos e intentar fijar horarios amplios de comida y cena para no estresarnos. Sí, esto lo pone en todos lo manuales de cómo preparar una oposición y, esto no pretende ser un manual, sólo unas ligeras recomendaciones de cómo ser opositor y no morir en el intento, recordando que lo fundamental es tener siempre presente el por qué decidiste estudiar unas oposiciones.
Vía: Opositor.com
technorati,tag: oposiciones
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